Si…
Si puedes mantener en su lugar tu cabeza cuando todos a tu alrededor
han perdido la suya y te culpan de ello;
Si crees en ti mismo cuando todo el mundo duda de ti,
pero también dejas lugar a sus dudas;
Si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no te domina el odio,
y aun así no pareces demasiado bueno o demasiado sabio;
Si puedes soñar y no hacer de los sueños tu amo;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes conocer al triunfo y la derrota
y tratar de la misma manera a esos dos impostores;
Si puedes soportar oír toda la verdad que has dicho
tergiversada por malhechores para engañar a los necios,
o ver cómo se rompe todo lo que has creado en tu vida,
y agacharte para reconstruirlo con herramientas maltrechas;
Si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo todo a un sólo lanzamiento,
y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida;
Si puedes forzar tu corazón y tus nervios y tus tendones
para seguir adelante mucho después de haberlos perdido,
y resistir cuando no haya nada en ti
salvo la voluntad que te dice: "Resiste";
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud,
o caminar junto a reyes, y no distanciarte de los demás;
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte;
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
Si puedes llenar el inexorable minuto
con sesenta segundos que valieron la pena recorrer,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más— ¡serás un Hombre, hijo mío!
Rudyard Kipling, 1895.