Para resumir el papel y la situación de la reina, se puede decir que es el corazón esclavo de la colmena, cuya inteligencia la rodea. Es la soberana única, pero también la sirvienta real, la depositaria cautiva y la delegada responsable del amor. Su pueblo la sirve y la venera, sin olvidar que no se somete a su persona, sino a la misión que desempeña y a los destinos que representa. Difícil sería encontrar una república humana cuyo plan abarque una porción tan considerable de los deseos de nuestro planeta; una democracia en que la independencia sea al mismo tiempo más perfecta y más razonable, y la sujeción más total y más bien razonada.
"La vida de las abejas", Maurice Maeterlinck (1901)